Sueño (o no, pesadilla)
Presa de un caudal de sueños se aparece de nuevo tu antiguo, vertiginoso rostro. Y de nuevo el ansia y de nuevo la desconfianza hacia un final. Era la periódica aparición del indomable demonio, el inconfundible deseo de caer (vértigo al fin), tatuado desde el primer día en tu espalda o en la mía.
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