23 abril 2009

Luz de guía

Hoy he subido a ver a una compañera de trabajo que ha quedado viuda de repente hace dos semanas. Una vida juntos, un futuro juntos, se han ido por la ventana en una noche. Al verla, he sentido admiración. No ha dejado de hablar de su marido, pero siempre bajo el prisma y la felicidad de todo lo que había compartido con él; Cómo era, cómo la trataba, como ella lo veía y lo sentía...
Nada de añoranza ciega, nada de desolación por lo que tenía e irremediablemente ha perdido… nada de centrarse en lo que ya no está ni será, sino en lo que hubo y fue.
Siempre he pensado que una separación, cuando una de las dos partes sigue enamorada, es como afrontar una muerte. Quizás un poco más triste, pues cuando alguien fallece y se va de tu lado, no ha sido por su decisión, no era lo que quería… simplemente es lo que la vida te ha dado. Sin embargo cuando ese alguien sigue vivo, te abandona porque no quiere estar más contigo, su pérdida no es algo ineluctable, sino su elección. De ahí que pueda doler incluso más aceptarlo.
Al verla hoy, he sentido que esa aceptación, ese “yo sigo aqui” a mi me faltan. No soy capaz de verme sin los ojos del otro.
Y, aunque me cueste, aunque sea un esfuerzo diario y tenaz, me siento feliz y en paz por haberlo interiorizado, por haber aprendido, porque sé que conseguiré seguir adelante, agradecer lo que me dio y valorar todo lo que di. Pues, con o sin metáfora, una muerte es lo que afronto y desde el balcón donde se divisa mi vida futura, sólo se vé un superviviente.

Aún así, aunque la muerte física sea más fácil de aceptar, doy gracias por saber que, aunque no sepa nada de él, sigue bien, vive y renace, como yo...
Autoreferencia: Post: "Fases" – (desde la aceptación)

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